domingo, 1 de mayo de 2011

Primer escrito.

¡Muy buenas!

¿Qué tal estáis?

Bueno, hoy quiero compartir con vosotros un escrito. Es un relato bastante corto que escribí en un momento de... ¿Inspiración? ¿Aburrimiento?... bueno, el caso es que después no lo seguí, pero podría haber sido un lindo primer capítulo o prólogo de una historia tal vez interesante.

Por otra parte sé que algunos de los que me leeis estáis insistiéndome para que escriba algo, pero actualmente tengo inspiración nula así que voy a ir compartiendo trocitos de algo que, aunque sin proseguir, tal vez os gusten. Vamos con este primer relato... es lo más reciente que he escrito.

Capítulo 1.

Se despertó por el estridente sonido de la alarma de su móvil. Extendió una mano casi con desgana y pulsó el botón para apagarlo, haciendo que en la habitación reinara el silencio de nuevo. Se disponía a cerrar los ojos para seguir durmiendo, cuando recordó que estaba por perder un vuelo a Chicago y se incorporó de un súbito impulso. Se levantó, duchó, vistió y peinó en tiempo récord y poco después leía el periódico con una taza de chocolate caliente entre sus manos.

El titular de la primera página rezaba: "Muere asesinada otra chica de pelo cobrizo". La taza resbaló de sus manos y se hizo añicos al chocar contra el suelo, esparciendo su contenido por este. Ella permaneció imperturbbable sentada en la silla, sin apartar los ojos de la foto que mostraba a una chica joven, de no más de veinte años; con el cabello cobrizo, la piel blanca como la nieve y los ojos de un bello color verde azulado.

Idéntica a ella.

- Esto no puede estar pasándome precisamente a mí -se quejó la joven. Tenía una voz suave, melodiosa como el canto de los pájaros. Se levantó y recogió el desastre del suelo, después tiró el periódico y se dirigió al recibidor de su modesto departamento.

Allí la esperaba una enorme maleta negra, que cogió con una mano y salió a continuación, caminando hacia el ascensor. Una vez las rejas se hubieron cerrado a su paso, ella pensó:

"Ya está, todo va a acabar". Llegó rápido al aeropuerto, y una hora después salía desde Londres hacia Chicago.

Virginia Charlotte Brown era una joven británica con una fuerza de voluntad a prueba de todo. Tenía todo lo que podía desear, excepto una cosa: el amor. Era guapa, inteligente, influyente, poderosa y rica. Y, sin embargo, nada de eso le importaba. Tampoco lo hacía el ser portadora de una sonrisa amplia y agradable terriblemente hermosa. En cambio, le gustaba saber que era una persona sencilla, amante de los pequeños placeres de la vida y con un carácter agradable. Estaba al tanto de que a muchas personas no les gustaba su personalidad soñadora, pero no le tomaba la más mínima atención a ello. No era su problema, al fin y al cabo.

Solía ser una persona tranquila y calmada, pero sin duda aquel viaje le pareció interminable y, cuando al fin aterrizó en Chicago no cabía en sí de gozo. Bajó del avión con los ojos llenos de lágrimas por la emoción, y al instante fue recibida por un chico alto, musculoso, de pelo negro y ojos marrones cubiertos por unas gafas.

- Bienvenida a Chicago, señorita Brown. -bromeó él haciéndola reír.

- Gracias por venir a recibirme, Alan -dijo ella algo sonrojada. Él la miró con reproche.

- Por dios Charlie, eres mi hermana. -se quejó él aún bromeando y la abrazó.

- Nunca cambies, Alan... -pidió ella con una sonrisa entre alegre y nostálgica. Su hermano la abrazó comprensivo y la condujo a las afueras del aeropuerto, hasta su coche. Metió las maletas en el maletero y le cedió el asiento del copiloto con una carcajada alegre.

- Las damas primero, querida -dijo cómicamente. Ella soltó una risita sofocada y subió, acomodándose en el asiento y cerrando la puerta.

El moreno condujo en silencio por las calles de Chicago hasta un bloque de apartamentos, donde estacionó y salieron.

Entraron al edificio y subieron por las escaleras hasta llegar a la primera planta. Allí, Alan sacó una llave del bolsillo y abrió con ella una de las puertas blancas.

- Es muy acogedor -aprobó ella con una sonrisa amplia adentrándose al recibidor. Sin decir nada más caminó con su maleta directa a la que sería su nueva habitación y comenzó a desempacar, tarareando una cancioncilla en el proceso.

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Vale, a ver. Lo he estado releyendo y ahora que me pongo a analizarlo en serio los personajes me recuerdan a algo... *tose disimuladamente* hum, cierto lector no puede quejarse. Creo que escribí algo relacionado con él de forma inconsciente.... mierda.

En fin chicos, mi persona se va y os deja en intriga porque necesita pensar sobre su nuevo descubrimiento ajajajajajjajjajajajajaja.

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